¿Qué es el balón gástrico?

El balón gástrico es un procedimiento mínimamente invasivo, utilizado como mecanismo coadyuvante en el tratamiento de la obesidad. Ha demostrado ser muy útil a la hora de conseguir una pérdida ponderal significativa en un corto periodo de tiempo, sobre en pacientes con obesidad mórbida (IMC mayor a 40Kg/m2) candidatos cirugía bariátrica, que deben disminuir su peso antes de someterse a una intervención de este calibre, con el fin de reducir los riesgo quirúrgicos. También es especialmente útil en aquellos pacientes que, aun no llegando a padecer obesidad mórbida, sí presentan comorbilidades asociadas susceptibles de mejorar con la pérdida de peso, principalmente a costa del tejido adiposo visceral, consiguiendo de este modo una mejorora en su calidad de vida y disminuyendo las cifras de morbimotalidad.

     Decimos que el balón gástrico es una técnica mínimamente invasiva porque se realiza mediante abordaje endoscópico, introduciendo el endoscopio por la cavidad oral sin necesidad de incisiones ni laparotomía (cirugía abierta). El procedimiento se realizará siempre en quirófano o sala de endoscopias habilitada, en condiciones asépticas y bajo sedación o anestesia general (casos en los que la sedación no sea suficiente). El endoscopio es un tubo largo, delgado y flexible (a veces puede ser rígido) que tiene una luz y una cámara de video conectada a un monitor, por lo que el cirujano obtiene una visión directa de todo el tubo digestivo, con las ventajas que esto supone a la hora de descartar patología digestiva, como ya veremos. El balón se introduce plegado a través del endoscopio, pasa por el esófago para llegar al estómago, y una vez alli se llena con una solución salina fisiológica hasta alcanzar el volúmen deseado.  Generalmente adquiere un volúmen de entre 400 y 700 cc, y además, al suero salino se le añade azul de metileno. Esta sustancia tiene la propiedad de teñir la orina de un color azul-verdoso cuando es excretada por vía renal, de manera que si se produjese alguna fisura o fuga en el balón, nos proporcionaría una rápida señal de alarma para consultar inmediatamente con  nuestro especialista.

     Actualmente el balón más utilizado es el BIB (Bioenterics Intragastric Balloon). Se trata de una esfera de silicona, lisa, elástica, sin costuras y con una válvula radiopaca autosellante. La silicona es un material resistente a la capacidad ulcerante del ácido clorhídrico, lo que garantiza que el balón se mantendrá intacto durante los 6 meses que dure el tratamiento. Además, las características del BIB permiten que se adapte lo más comodamente posible a la cavidad gástrica para que el paciente sufra las menores molestias posibles.

     El mecanismo por el cual el balón gástrico ayuda a perder peso es simple: los pacientes se sienten satisfechos con menos cantidad de alimento, ya que el balón ocupa una gran proporción del espacio del estómago. Además, el vaciado gástrico y el paso del bolo alimenticio al intestino se hace mucho más lento, lo que contribuye a sensación de saciedad constante. Al vaciarse el estómago más despacio, no solo se favorece la saciedad, sino que además se controlan los picos de glucemia postprandial característicos de la diabetes. Esto se debe a que el bolo transita a menor velocidad y la conversión de carbohidratos complejos a azúcares simples, que tiene lugar en el intestino, se realiza de manera más gradual. Este hecho constituye una importante ventaja en los pacientes con resistencia insulínica incapades de disminuir la glucemia de una manera fisiológica, debido que los tejidos periféricos no permiten que la insulina ejerza su función.

     La duración del tratamiento mediante balón gástrico es de 6 meses, si bien se podría alargar sustituyendo el balón por uno nuevo durante el mismo procedimiento endoscópico. A lo largo de este periodo se puede esperar una perdida de entre el 10 y el 15% del peso inicial del paciente. Pero estos resultados son los mismos que se esperarían mediante un programa dietético y de ejercicio físico, razón por la cual el objetivo final del balón gástrico no es conseguir una pérdida de peso moderada. El principal objetivo de este procedimiento es conseguir la reducación del paciente respecto a sus hábitos nutricionales, que adquiera una conducta saludable y aprenda a comer bien, pues esta es la única manera de asegurar el éxito del tratamiento. Para ello paciente se comprometerá con un programa multidisciplinar formado por nutricionistas, médicos y psiquiatras que, a lo largo de estos 6 meses, le apoyarán y guiarán en la consecución de objetivos para que, tras la retirada del balón, haya adquirido unos hábitos dietéticos saludables que le permitan, no solo no ganar el peso perdido, sino además seguir perdiendo más de manera gradual y mantenida en el tiempo.

     La colocación del balón es de mayor valor en aquellos pacientes con determinados patrones alimentarios, como los que "se dan atracones" o los "picoteadores", ya que, al tener una sensación de saciedad constante, la adherencia al plan les será mucho más fácil. En general, en estos pacientes, los programas dietéticos fracasan, así como los tratamientos farmacológicos, por lo que la alternativa del balón gástrico será la idónea en casos de refractariedad a los tratamiento conservadoress, evitando así la cirugía bariátrica, que debería ser la última opción terapéutica. 

     Además, el balón gástrico ofrece al equipo médico la posibilidad de valorar la capacidad del paciente para adherirse a un plan dietético antes de someterse a una cirugía bariátrica. Aquellos que muestren importantes dificultades a la hora de seguir la dieta marcada deberán recibir más apoyo psicológico. Por el contrario, los que logren superar los obstáculos que se les presenten durante este periodo, tendrán mayor garantía de éxito si se decidiesen someter a la cirugía.


    En la regulación de la ingesta están implicados numerosos mecanismos como, por ejemplo, los niveles de glucosa y otros nutrientes en sangre, los receptores de la pared gástrica y duodenal, la velocidad de vaciamiento gástrico, etc. Existen, además, dos centros nerviosos encargados de procesarlos para estimular o inhibir el apetito según las señales recibidas desde la periferia, son el Centro del Apetito, localizado en el Hipotálamo Lateral (HL), y el Centro de la Saciedad, localizado en el Hipotálamo Ventro Medial (HVM). La colocación del balón gástrico va a interferir indirectamente sobre la regulación de la saciedad, dando lugar a una serie de señales que estimulan el HVM, con lo que el individuo presentará una sensación de plenitud constante que le induce a reducir su ingesta habitual.
     La saciedad es la percepción de no tener la necesidad inmediata de ingerir alimentos y, en condiciones normales, aparece antes de que se haya producido la reabsorción de nutrientes a nivel intestinal. Esto es debido a que está compuesta por dos fases, la saciedad preresortiva y la saciedad resortiva.  Hablamos de saciedad preresortiva cuando sobreviene antes de que hayan tenido lugar las principales consecuencias metabólicas de la reabsorción y metabolización de nutrientes, y  es en la que interferirá la presencia del balón gástrico.  Su aparición viene determinada, principalmente, por la distensión gástrica, la velocidad de vaciamiento gástrico y los receptores duodenales, con el objetivo de actuar sobre la ingesta en el corto plazo, deteniéndola.
     La mucosa gástrica cuenta con numerosos barorreceptores (receptores de presión) encargados de registrar la presión que los alimentos ingeridos ejercen sobre las paredes del estómago. Cuando este estímulo alcanza un determinado umbral, aparece un potencial de acción o señal nerviosa que, vehiculizada por aferencias nerviosas, llega al Centro de la Saciedad y lo estimula, con lo que en el individuo aparece una sensación de plenitud y la ingesta se detiene. Además, este efecto es independiente de la calidad nutricional del alimento, sólo influye el volumen del mismo, de manera que alimentos hipocalóricos e incluso acalóricos, también producen saciedad si llegan a un determinado volumen. En resumen, la distensión gástrica produce un estímulo de saciedad, y es ahí donde cobra relevancia la presencia de balón gástrico. Este dispositivo es responsable de producir una distensión gástrica permanente, con lo que el paciente presentará una sensación de saciedad constante que le ayudará a disminuir su ingesta, pues a corto plazo, su centro de saciedad está más activado que antes de someterse a este procedimiento, y por tanto, su apetito más inhibido.
     El vaciamiento gástrico determina la velocidad con la que el estómago entrega el alimento al intestino delgado, y viene determinado, entre otros factores, por la densidad energética, es decir, las calorías por gramo de alimento. Es obvio pensar que cuanto mayor sea la densidad energética del alimento, más lento será el vaciamiento, y así es, sin embargo,  el vaciamiento del equivalente calórico será mucho mayor, es decir, se entregará más cantidad de energía al duodeno en el mismo periodo de tiempo (porque cada gramo de alimento entregado tendrá muchas más calorías). ¿Y qué repercusión tiene este hecho? Es muy simple, que los individuos que consuman alimentos hipercalóricos tendrán, para una comida con un determinado contenido energético, el estómago vacío antes que aquellos que ingieran las mismas calorías diluidas. Además, este segundo grupo ingerirá un mayor volumen de alimento (porque las calorías están diluidas), por lo que se saciará antes, y su ingesta energética será menor. El primer grupo, por el contrario, necesitará seguir ingiriendo alimento hasta llegar a un volumen capaz de estimular su centro de saciedad, por lo que tenderá a la ganancia de peso. En resumen, los pacientes que ingieran alimentos hipercalóricos tendrán hambre antes que aquellos que los elijan de bajo contenido calórico. Es por eso que, durante el periodo de tratamiento con balón gástrico, es imprescindible un abordaje multidisciplinar que incluya nutricionistas, pues el paciente debe aprender a comer, elegir los alimentos adecuados para su situación, adaptarse a unos nuevos horarios, a que las cantidades sean menores y más frecuentes, etc, y todo ello, asegurando que se cubran las necesidades diarias recomendadas para evitar caer en una dieta carencial y prevenir la aparición de déficits nutricionales. Por otro lado, la presencia del balón gástrico también produce un enlentecimiento del vaciado, pues interfiere en el transito normal de los alimentos. Las paredes del estómago producen una serie de contracciones que le permiten entregar el bolo alimenticio al duodeno a través del píloro pero, al estar el balón de silicona en su interior, esta entrega se ve dificultada, por lo que el estómago se vaciará más despacio.
     Por último, las paredes del duodeno también cuentan con unos receptores capaces de reconocer la presencia de determinados nutrientes de manera que, si estuviesen presentes, se enviaría una señal al centro de saciedad, inhibiendo la ingesta. También aquí interviene el balón gástrico, pues al enlentecer el vaciado gástrico, estos nutrientes irán llegando poco a poco y estarán más tiempo presentes en el duodeno, por lo que el paciente no tendrá picos de hambre. Además, las nuevas pautas dietéticas, que incluyen comidas más frecuentes y menos abundantes, también contribuyen a activar este mecanismo.

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